viernes, noviembre 22

En “el San Isidro de zona sur”. Pequeños cafés, bares y restaurantes dan forma a un circuito con aires de barrio

“En cualquier parte del mundo en que me encuentre cuando siento el olor de los eucaliptos, estoy en Adrogué. Adrogué era eso: un largo laberinto tranquilo de calles arboladas, de verjas y de quintas”, escribió Jorge Luis Borges acerca del lugar donde transcurrieron los veranos de su infancia. “Muchos argumentos, muchas escenas, muchos poemas que he imaginado, nacieron en Adrogué o se sitúan en ella. Siempre que hablo de jardines, siempre que hablo de árboles, estoy en Adrogué”.

En efecto, el paisaje tranquilo, de tardes con ritmo de siesta y noches perfumadas por los eucaliptos, invita al paseo por las diagonales que dan forma a la parte más antigua de este barrio. Sus calles adoquinadas y arboladas convergen en un puñado de plazas –la central Almirante Brown y sus satélites Azopardo, Bynnon y Cerretti (ver mapa)–, en torno a las cuales emprendedores locales disponen las mesas de sus pequeños cafés, bares, cervecerías y restaurantes, trayendo nueva vida (y nuevo público) a uno de los barrios más lindos del sur del conurbano bonaerense.

“Adrogué siempre tuvo espíritu de barrio, con su clientela muy tradicional –describe Mauro Terlizzi, emprendedor gastronómico nacido y criado en estas calles–. Pero en los últimos años el centro cambió bastante: sus comercios históricos cerraron, llegaron las franquicias, incluso ya no se puede estacionar… Cambió mucho la dinámica y hoy el centro es un lugar más de trámites y eso a la gente de acá no le llama tanto. Por eso nosotros y muchos otros vecinos abrimos nuestros locales en Plaza Bynnon, en Plaza Azopardo y Plaza Cerretti, y mismo en Plaza Almirante Brown”.

Junto a su esposa, Melisa, y su socia, Verónica Vukovic, Mauro lleva adelante desde marzo de 2022 la pastelería Casón, que se encuentra frente a Plaza Bynnon, dentro de lo que fue la antigua caballeriza municipal –más tarde convertida en cuadra de panadería y luego abandonada hasta su reciente remodelación–. El pulmón de manzana de piso de adoquines de esta construcción de 130 años donde funciona Casón es compartido con un bar de vinos (Aria), un restaurante basado en los hongos (Seta) y, pronto, con una focaccería que en cuestión de semanas abrirá sus puertas.

Del otro lado de plaza Bynnon se encuentra el pequeño local de la rotisería La Roti, que en los días en que el clima lo permite arma unas pocas mesas en la plaza, bajo la sombra de los árboles. Lo mismo ocurre a solo dos cuadras de allí en Plaza Cerretti, donde Danke invita a un combo de cervezas y hamburguesas a quienes prefieren el aire libre por sobre el interior de su local que funciona en una vieja casona de techos altos restaurada.

Bynnon y Cerretti se encuentran a igual distancia de la plaza Almirante Brown, epicentro de la vida histórica de esta ciudad, donde aún es posible visitar el Palacio Municipal, la Parroquia San Gabriel Arcángel y la Escuela N°1 José de San Martín; también, la casa que perteneció a la familia de Jorge Luis Borges y que hoy funciona como museo. Es la diagonal Toll la que une a estos tres espacios verdes, gracias a un diseño urbano de vanguardia basado en avenidas y diagonales, creado en 1872 por los ingenieros José y Nicolás Canale, y que habría inspirado el diseño de la ciudad de La Plata.

La otra diagonal –Almirante Brown– une a la plaza central cuyo nombre rinde homenaje al célebre marino con las plazas Azopardo y Esteban Adrogué. Esta última tiene como límite la transitada avenida Espora, que funciona como frontera tácita entre el actual centro de Adrogué generado en torno a la estación de tren, y el viejo barrio de casas, jardines y eucaliptos que vive en los cuentos y poemas de Borges, y que hoy renace a través de pequeños emprendimientos gastronómicos que se descubren a pie.

Boca en boca

Algo similar a lo que ocurre en la zona histórica de Adrogué se replica del otro lado de su centro. Cruzando la vía del tren Roca, en un barrio de casas hoy apodado “el viejo Adrogué”, es posible encontrar bares, cervecerías, restaurantes e incluso un viejo bodegón, que proponen disfrutar en sus mesas del mismo ritmo tranquilo que discurre en las casas y caserones que los rodean.

Uno de los pioneros es el café de especialidad Federado, que con sus mesas y reposeras playeras invita a sentarse bajo la sombras de los añosos árboles en la esquina de Spiro y Cordero. “Soy nacido y criado en Adrogué, y tengo un amor muy fuerte por el barrio. Quiero que la gente se vuelva a juntar, que pare la pelota, se mire a los ojos. Y como me gusta mucho la gastronomía, quería que la excusa fuera algo que esté copado. Así nació Federado”, cuenta Facundo “Pecu” Contarino, de 40 años.

“Cuando abrimos, hace cinco años, fuimos los primeros en zona sur que les decíamos a nuestros clientes que no le pusieran azúcar al café. También fuimos de los primeros en incorporar el concepto de brunch –recuerda–. Con el tiempo, el barrio nos adoptó, y hoy nuestros clientes son vecinos, algunos vienen todos los días, otros todas las semanas, y de a poco comienza a venir gente de otros barrios gracias al boca en boca”.

Un runrún imparable que incluso ha atraído a la crítica gastronómica internacional a las empedradas callecitas de Adrogué. De ahí que de la noche a la mañana, la pequeña pizzería napolitana Ti Amo, que se encuentra a metros de la plaza Cerretti, haya ingresado al exclusivo ranking 50 Top Pizza World, que destaca a las mejores pizzerías del mundo.

“El 50 Top Pizza World llegó a nosotras por sorpresa –asegura Carola Santoro, de 29 años, quien junto a su hermana Victoria dirige Ti Amo–. Es una organización italiana que rankea a las mejores pizzerías en el mundo, y que cuenta con inspectores secretos que van a los locales, comen, pagan y se van sin revelar quiénes son. Luego mandan el informe a la central en Italia donde filtran y eligen a los que consideran que son los mejores. No hay forma de inscribirse, ellos solos llegan a vos”.

Ti Amo ingresó al preciado ranking pizzero en 2022 en el puesto N° 50, y en 2023 subió al N°38; hoy es el único restaurante argentino y sudamericano en el top 50. “Arrancamos junto a mi hermana en 2019 en el patio de la casa de nuestra mamá, acá en Adrogué –cuenta Carola–. En 2020 abrimos en un local a puertas abiertas en donde ahora sigue funcionando.

Elegimos Adrogué porque es nuestro barrio natal y decidimos mantenerlo ahí. Siento que Adrogué mejoró mucho desde el punto de vista gastronómico, hoy hay mayor oferta y mayor cuidado en el producto.”

Aspiracional

“Adrogué es de las zonas más lindas de zona sur. Es, también, una zona aspiracional para otros barrios aledaños, por lo que las personas vienen a pasear”, dice Ayelén Novaresio, de 31 años, que junto a su socia Nazarena Agra abrió Seta el último diciembre. Se trata de un restaurante cuyo elemento central son los hongos. “Adrogué es pintoresco porque mantiene sus casonas originales, construcciones bajas, calles empedradas y el verde de todas sus plazas. Tiene la nostalgia del barrio de Borges, combinada con una movida de gente joven que quiere llevar a cabo apuestas originales, diferentes. Gente que quiere cuidar, posicionar al barrio y hacer cosas buenas para los vecinos”, agrega.

“La propuesta de Seta es una cocina atravesada por la incorporación de diferentes variedades de hongos, en algunos platos como protagonistas y en otros como acompañamiento, buscando siempre volver al eje de la gastronomía: comer rico y ofrecer sabores nuevos sin soltar el valor de lo natural –dice Ayelén al respecto de su restaurante, a tono con la “movida fungi” que atraviesa a la gastronomía argentina–. Queremos ser la puerta de entrada para que muchas personas que no consumían setas comiencen a incorporarlas a su dieta y conozcan todos sus beneficios”.

Buena parte de los locales que hoy reformulan la propuesta gastronómica de Adrogué se gestaron pospandemia, e incluso hay nuevas propuestas en camino. Al mencionado La Focaccería, que abrirá sus puertas en el mismo paseo que comparten Seta, Casón y Aria, se suma Libre, el cuarto local de otro vecino de Adrogué que también apuesta por su barrio: “Yo soy de acá de toda la vida y la idea era hacer algo con un amigo que hacía cerveza –recuerda Santiago Dewey, de 45 años–. Abrimos Dewey Brewing Co. en 2018 y después, cuando llegó la pandemia, un local que estaba al lado, muy chiquito, se desocupó. Ahí abrimos un café de especialidad: Café Dewey”.

En la salida de la pandemia, otro pequeño local –justo al lado de Ti Amo– se desocupó y así nació Vinos y Platitos: “A mí me gusta mucho el vino, así que planteamos un lugar de vinos y tapas, en el que la cava está suspendida, porque el local es chiquito. Ahora estamos con un nuevo proyecto: Libre va a ser un bar de tragos en un local con un patio medio selvático”, cuenta Santiago y concluye: “Me siento cómodo en Adrogué, es mi barrio: por eso sigo emprendiendo acá”.